E n el saber cotidiano de la gran mayoría de las personas, el término problemas de aprendizaje tiene su correlato semántico en el término dislexia.  La dislexia, - mal entendida regularmente, - (Ajuriaguerra & Marcelli,  1992) se ha constituido en un gran monstruo amorfo al cual se le ha incorporado una gran cantidad de contenido, haciendo paradójicamente que se vacíe su carga semántica específica y por ende pierda su identidad conceptual.  Pero, más allá del término dislexia, la ciencia positiva, a través de sus diferentes disciplinas, ha provisto al campo de una serie interminable de teorías que se reflejan en la gran diversidad de términos usados: alteraciones de aprendizaje, dificultades escolares, problemas para el aprendizaje, retraso escolar, trastornos del aprendizaje, fracaso escolar, problemas en el aprendizaje, rezago escolar, problemas de aprendizaje, etc.  La diversidad de términos y por consecuencia de teorías, reflejan los efectos simplificadores y disyuntivos del pa

La atención a la diversidad,  en el ámbito educativo, ha transitado de la tendencia endémica a la exclusión, al imperativo jurídico de la integración; sin embargo su transición ha sido marcada por la centración en el individuo, sea que se le considere no apto para la educación o se le considere que presenta necesidades educativas especiales. Una alternativa  a esta forma de ver la atención a la diversidad se da cuando se publica el Índice de Inclusión por Booth y Ainscow ( ÍNDICE DE (sep.gob.mx)  . Este libro es el reporte de una investigación acción realizada en la Gran Bretaña  donde los autores, apoyados con la incipiente sociología de la discapacidad, plantean la necesidad de centrarnos en la institución y en las barreras que dificultan el aprendizaje y la participación de los alumnos.  Cabe hacer mención que el concepto  barreras para el aprendizaje, aunque no lo digan los autores, lo retoman del enfoque del aprendizaje organizacional. En su indagación empírica los autores hablan